Hoy en día, sabemos que es necesario cambiar los paradigmas de la crianza.
Esa idea de formar a los niños para adaptarlos al mundo ya suena obsoleta.
Hoy nos centramos más en reconocer que cada individuo es un ser humano que viene al mundo a descubrir su propia manera de ser y estar, de vivir.
Para mí, los hijos son como las flores, como una planta, que desde su semilla ya tiene la
sabiduría para crecer y dar sus propios frutos, y nuestro rol como papás y mamás son
darles las condiciones adecuadas para que esta planta se desarrolle; como un jardinero
que cuida esa semilla.
Quizá hay momentos donde nos toca regar y dar sol y oxígeno a esta planta, a veces
abonar buenas herramientas para su vida y deshierbar creencias y comportamientos que
le dificultarán su camino.
Desde esta perspectiva, te invito a que conozcas algunos puntos básicos que pueden
cambiar tu historia de crianza, desde una conexión profunda, cultivando un vínculo
cercano y certero con tu hijx.
Seguramente has escuchado de crianza respetuosa y crianza consciente.
Ambas tienen como precepto básico mirar a los niñxs como seres que merecen ser respetados, cuidados y tratados con absoluta igualdad de derechos, con respeto.
La crianza respetuosa tiene como principio tomar en cuenta los procesos madurativos de
los niños, desde una visión más armoniosa, respetando su proceso de desarrollo y
adquisición de habilidades.
También tomando en cuenta las necesidades de los niños, sus características individuales. ¡Genial!, ¿verdad?
La crianza consciente, incluye el proceso de tener la mirada puesta sobre uno mismo,
como papá o mamá, a la par que criamos a nuestros hijos.
Como adultos, tenemos la oportunidad y regalo de revisar nuestras maneras, heridas,
discursos, creencias, expectativas; aprovechando la hermosa motivación que son los niños
en nuestra vida.
Preguntándonos más cómo me puedo transformar a mí mismo, antes que intentar cambiar a nuestros hijos.
Ambas líneas apuntan a buscar mejores versiones de vida para los niños.
Aquí te dejo algunos conceptos que estoy segura de que pueden cambiar absolutamente la historia de tus hijos y tu familia, si los llevas a la práctica.
1. Validación, reconocimiento y gestión emocional
Muchos de nosotros crecimos en un ambiente donde no se permitía experimentar ciertas
emociones.
Silenciaron nuestro llanto y encerramos el enojo.
Validar quiere decir: aceptar que la otra persona (tu hijo) piensa, siente y actúa diferente a
como tú lo harías.
Validar la emoción entonces sería aceptar que tu hijo, tenga miedo, se frustre, se enoje, aunque a nuestros ojos esto no sea lógico o sensato.
Al validar su emoción, le hacemos saber que está bien sentirse así, que las emociones son
necesarias, importantes y naturales, y por tanto, no arreglamos su situación emocional,
sino que acompañamosa vivir esa emoción fuerte.
Permitir la expresión de la emoción es necesario para entonces aprender a reconocer
cómo nos sentimos.
De la validación podremos construir un aprendizaje sobre nombrar y reconocer emociones.
Más adelante, mientras crecen, entonces podremos ir encauzando éstas emociones para
que aprendan qué hacer con ellas.
Es decir: se vale enojarse, lo que no se vale es pegar cuando estamos enojados. Aceptamos la emoción y la validamos, y ofrecemos opciones de qué SI hacer cuando llega cada emoción.
2. Empatía
La empatía es una habilidad se puede entrenar y desarrollar en la vida.
Al ser empáticos con nuestros hijos, ellos irán cultivándola y aplicándola en sus relaciones de vida.
Con la empatía, tratamos de entender lo que la otra persona está experimentando, ya sea
a nivel mental (observando puntos de vista diversos), emocional (conectar con cómo se
siente) o físico- sensorial (cómo está percibiendo el mundo).
Si logramos desarrollar la empatía en nuestros hijxs, podrán conectar con otros seres vivos
y respetarles, a la par que podrán elegir relaciones donde se sientan vistos y escuchados
en su individualidad.
De hecho, muchos de los problemas sociales y humanos podrían evitarse si empezáramos a tener empatía con los demás.
El proceso de empatizar con nuestros hijos no siempre es fácil.
Muchas veces en los momentos intensos o difíciles, estamos siendo parte activa de la situación, y poder empatizar requiere un momento de pausa para ponernos en su lugar.
Al ser pa-más empáticos, los niños se sienten vistos y comprendidos.
“mi mamá, mi papá, me entiende. Sabe cómo me estoy sintiendo”.
Si hay comprensión, habrá contención y conexión.
3. Conexión
Conexión se refiere a la necesidad emocional de vincularse con otros, de generar un sentido de pertenencia que de alguna manera nos ofrece parte de nuestra identidad.
La conexión no solo se genera con otras personas.
También hacemos vínculos especiales con animales, con la naturaleza, e incluso con objetos.
Y por supuesto, fomentar una conexión con nosotros mismos.
A través de la conexión, podemos sabernos amados incondicionalmente, y aprender a
amar a otros de la misma manera.
Generamos vínculos y lazos estrechos. Basados en el respeto mutuo.
Hay varias formas de conectar con nuestros hijxs.
- Tiempo especial. De atención plena, entrando a su mundo y permitiéndote compartir sin prisas.
- Contacto visual: mira a los ojos a tus hijxs cuando hables con ellos. Cuando te platiquen como les ha ido, cuando comparten su mundo interior , al establecer acuerdos.
- Manifestación verbal. Te sorprenderás la cantidad de personas que en contadas ocasiones se han dicho un te quiero. Y también te sorprenderás de saber cuánto lo han necesitado.
- Contacto físico: cariñitos, arrumacos, cosquillas. Todo con consentimiento eh. Besos, abrazos, simplemente establecer contacto piel a piel.
Conectar con los hijos es fundamental para resolver cualquier conflicto. Si antes de corregir, te centras en conectar, darás una contención emocional para que estén dispuestos y receptivos a escuchar posibles soluciones y comprender. Los hace sentirse escuchados y tomados en cuenta..
4. Intimidad emocional
La intimidad emocional es un término que me encanta, y que escuché por primera vez (tal
cual la palabra) en el libro de Yvonne Laborda: dar voz al niño.
Se refiere al espacio que se da en los vínculos cercanos, donde podemos hablar y escuchar
desde nuestro sentir sin juzgar ni criticar.
Crear intimidad emocional es fundamental para vivir en un ambiente seguro donde se
permita una comunicación que nos conecta, emocional y empática.
Explicarles cómo nos sentimos, qué nos pasa o qué necesitamos fortalecerá la relación y a su vez creará un entorno lo suficientemente seguro e íntimo para que se sientan libres de compartir.
La intimidad emocional es vital para que nuestros hijos puedan contarnos lo que más les preocupa, les asusta, les molesta, les inquieta, les interesa, les apasiona e, incluso, explicarnos aquello que necesitan y no obtienen de nosotros.
Sin intimidad emocional, los niños deben vivir sus experiencias en soledad.
5. Mira tus expectativas y ganas de controlar
Uno de los grandes temas que suceden en la crianza es que ponemos muchas expectativas
sobre nuestros hijos.
Intentamos educarlos siempre a través del amor, pero en la ecuación suele colarse el miedo y las proyecciones que ponemos sobre ellos.
Deseamos lo mejor para nuestros hijos y no hay nada malo en ello.
Pero en el camino, si tratamos de controlarlo todo, comenzamos a presionarnos a nosotros mismos, y por supuesto a los niños, para conseguir eso que deseamos.
Queremos hijos seguros de sí mismos, a la par que sean compartidos y empáticos.
Que tengan una buena gestión emocional y sepan gestionar sus emociones.
Que tengan gusto por los deportes, que les vaya bien en la escuela, que tengan amigos, coman de todo, se laven los dientes sin chistar y que cuando sea hora de dormir lo hagan de buena gana.
Podría seguir la lista interminable.
Pero es evidente que ningún ser humano puede lograr hacerlo todo de buena cara y sin retos.
Deseamos criar hijos extraordinarios ya veces no nos damos cuenta de todas las cosas EXTRA que pedimos para que no sean ordinarios.
Poner demasiada presión sobre ellos, o sobre nosotros mismos, es un factor que puede sabotear la relación.
Cuando nos centramos en lo que les falta, nos perdemos de todo lo que ya son y eso puede muchas veces nublar nuestra relación con ellos.
Observa cómo aquello que no te gusta de mi hijo, es una proyección que pones sobre él o
ella.
Que muchas veces viene desde tu propio miedo a que sufra, o la necesidad aparente de querer controlar todo.
Para disfrutar a los hijos, hay que mirarnos a nosotros día a día, y centrarnos en el momento presente.
Ahí está el regalo que nos ofrecen los hijxs, sanarnos a nosotros mismos a medida que compartimos la vida con ellos.
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