Una Elección desde lo más Profundo del Corazón
La maternidad, tan poéticamente descrita como un viaje, para mí fue más una travesía llena de retos inesperados, emociones intensas y decisiones cruciales.
Cada mamá tiene su historia única, y quiero compartir la mía, que gira en torno a la lactancia materna, y cómo mis experiencias personales y desafíos de salud impactaron esta decisión.
Desde que me enteré de mi embarazo, no fue el típico viaje rosa lleno de expectativas alegres.
Mi embarazo fue categorizado como de alto riesgo, lo que en sí ya traía suficientes preocupaciones. La hipermesis me golpeó con una fuerza abrumadora, haciendo que gran parte de mi embarazo estuviera teñido de náuseas intensas, vómitos y debilidad extrema. Las múltiples hospitalizaciones se convirtieron en un recuerdo repetido, un recordatorio constante de lo frágil que era este momento en mi vida.
Tras el nacimiento de mi bebé, y a pesar de las complicaciones, estaba decidida a dar pecho. Durante los primeros dos meses y medio, me aferre a la idea de que dar pecho era lo mejor.
Sin embargo, lo que debería haber sido un acto de amor y conexión se convirtió en una fuente de agotamiento físico y desgaste emocional.
Cada vez que amamantaba, sentía que mi salud mental, ya frágil por las experiencias anteriores, se deterioraba aún más. El acto de alimentar a mi hijo, en lugar de ser un momento de unión, me sumía más profundamente en una lucha interna.
Consciente de mi estado y por querer establecer una relación más sana y amorosa con mi bebé, tomé una de las decisiones más difíciles pero necesarias: decidí dejar de amamantar.
No fue un acto de renuncia, sino de empoderamiento. Entendí que para nutrir a mi hijo con amor, primero debía cuidar de mí misma. Y eso significaba liberarme de la presión y el desgaste que la lactancia me estaba causando.
Con el tiempo, llegué a entender que la maternidad no es una talla única para todos. Cada madre, con sus propias circunstancias, desafíos y decisiones, traza un camino que es auténticamente suyo.
Mi elección de no dar pecho no disminuyó mi capacidad de amar, cuidar y nutrir a mi hijo. En lugar de adherirme a las prescripciones tradicionales de la maternidad, redefiní lo que significaba ser mamá para mí, basado en mis experiencias, mi intuición y, sobre todo, el inmenso amor que sentía por mi hijo.
Esta redefinición fue liberadora, permitiéndome abrazar cada momento con mi hijo con mucha alegría y presencia.
Las expectativas sociales y los estigmas relacionados con la lactancia y la salud mental son reales. Sin embargo, mi experiencia me enseñó que no hay un solo camino correcto en la maternidad.
La verdadera esencia de ser mamá no radica en cómo o cuánto amamantamos, sino en la capacidad de tomar decisiones con amor, comprensión y valentía por el bienestar de nuestros hijos y el nuestro propio.
Mi viaje con la lactancia me ha mostrado que ser mamá no es seguir un guión predeterminado, sino adaptarse, aprender y tomar decisiones desde un lugar de amor profundo. A pesar de los desafíos, sé que cada elección que hice fue en busca de lo mejor para mi hijo y para mí. Y en esa búsqueda, encontré la verdadera esencia de la maternidad.